IES SAPERE AUDE


miércoles, 30 de octubre de 2019

Urbanidad, inanidad, epístolas y demás…



Encantadora instantánea en la que, en primer plano, el profesor José Antonio García Palazón se embebe de la lectura durante la última sesión del Club de Lectura del IES Sapere Aude, en sesión dedicada a Halloween.

Urbanidad, inanidad, epístolas y demás…
Ofrecemos a continuación una heteróclita pléyade de singulares relatos que causarán no poca fruición a fuer de hilaridad y momentos de grata distensión al que tenga a bien incursionar lectoramente en los mismos…
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Maleducados sin remedio
Jose Diez Jimenez (4º B de ESO)

Basta preparar un plan cualquiera que te obligue a desplazarte desde Villanueva del Pardillo hasta Madrid, para vivir, intensamente, un buen catálogo de situaciones incívicas y alguna que otra grosera. Sin prisa, nos plantamos, el viernes pasado, en la parada del autobús, con la intención de ir a un concierto de arias de ópera, en el teatro Monumental. Estábamos los primeros en la fila, pero, cuando llegó el autobús, un par de personas se nos colaron sin más, y entraron antes que nosotros. Ya dentro tuvimos que soportar a un personaje que, a gritos, nos obligaba a participar de su conversación telefónica.
Después del transbordo, ya situados en el metro, se abrió ante nosotros un fantástico abanico de ejemplos de mala educación y grosería: un tipo escupió y casi me cayó en el zapato; un absoluto desconsiderado, enfrente de nosotros, estaba sentado con las piernas tan abiertas que ocupaba más de la mitad del sitio de la señora que estaba a su lado; y, a un par de metros, un gran charco en el suelo del vagón, marcado el territorio de un grupo de adolescentes acomplejados que pretendía ahogar su aburrimiento en un botellón adelantado a base de whisky, ginebra y Fanta de limón.
Afortunadamente, íbamos con tiempo de sobra, porque si no nos habrían puesto de los nervios tres «amables» señoras que habían elegido como mejor sitio para parar a hablar el comienzo de la escalera mecánica, que mantuvieron taponada durante unos minutos.
Un fallo en el micrófono de la soprano retrasó el comienzo del concierto, pero permitió que uno de los espectadores luciera sus dotes de verdulero, gritando repetidas veces un sonoro: «¡No se oye!».
Todas estas acciones incívicas arrastran consigo consecuencias que, acumuladas, te pueden arruinar una noche de concierto que te la prometías muy feliz.
Afortunadamente, el concierto, realmente magnífico, actuó como borrador de toda esa sucesión de estupideces que habíamos soportado durante todo el camino.
Una sucesión de acciones incívicas que, mucho me temo, no tiene remedio.
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Noche de sábado en el autobús
Alejandro Gallardo Bartolomé (4º B de ESO)

Me encontraba un sábado volviendo de cenar con mi abuelo, en su barrio de Usera. Él es mayor, así que preferimos volver en autobús. Al entrar, en el fondo del vehículo, había seis personas gritando y dando golpes, con la música altísima. A mi abuelo, ya de primeras le molestó muchísimo, porque tenía un problema auricular. De momento, nos aguantamos, pero otra persona que lo pasaba aún peor les llamó la atención. El cabecilla del grupo gritó despectivamente:
—¡Cállate viejo!
A mí me pareció una falta de respeto hacia los mayores muy grave. El pobre señor se tuvo que callar y agachar la cabeza. Eran muchos, y él no quería ponerse a discutir o a pelearse. Continuamos intentando evitarlo, pero nos vimos agobiados, hasta que en la siguiente parada se subió un guardia de los transportes públicos para hacer una revisión.
Iba todo correcto, pero, cuando ya iba a terminar la revisión, a uno del grupo de atrás se le cayó su navaja delante del guardia. Era de mayor tamaño que el permitido y el guardia rápidamente llamó a la policía y les llevaron arrestados a los seis, dado que otros dos también llevaban dichas armas blancas. Se lo merecían: en esta vida se recoge lo que se siembra. Así aprenderán a no hacer el mal molestando a los demás por las calles de Madrid.
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Lenguaje de muletillas
Raúl Arquero Barguregoitia (4º D de ESO)

Todo empieza un día por la tarde, en el que se encuentra en el sofá de su casa una chica de quince años llamada Leticia, viendo un programa de televisión.
En dicho programa hablan sobre las muletillas que usan los jóvenes hoy en día.
Ella, por desgracia, aprende muchas muletillas y las adapta a su vocabulario.
Algunas expresiones que ella aprende son: «Naas», «en plan», «oc», «abeja», «lol», «nextazo», «crush», etc…
«Naaas», por ejemplo, la usa Leticia para decir los buenos días a sus amigas, y la palabra «en plan» la emplea mucho en su vocabulario.
A partir de este momento, Leticia pierde conversación y diálogo con algunas amigas y se deprime un poco, pero ella no puede dejar de decir muletillas.
Entonces decide ir a un psicólogo para corregir ese defecto.
Tras varios meses de práctica no consigue dejar de decir muletillas y decide quedarse con su vocabulario porque ella dice que su personalidad es así y que no se puede cambiar.
Al cabo de un mes, comienza a suspender algunas asignaturas como lengua, ya que utiliza esas muletillas para escribir.
El profesor se da cuenta del error que está teniendo Leticia. Y toma medidas drásticas.
El profesor, llamado Eugenio, le manda hacer redacciones para que practique el vocabulario normal.
A las pocas semanas, Leticia logra escribir y hablar en un lenguaje adecuado y consigue dejar de hablar con muletillas inventadas.

MORALEJA: Guíate siempre por un lenguaje apropiado y no dejes que te cambien el vocabulario.

Aquí dejo un enlace al vídeo del que he sacado la idea de este relato:


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Una noche de desvelo
Karima Kartouch El Gueddary (4º B de ESO)

Tic Tac. Tic Tac. Tic Tac.

Elena cerró los ojos e intentó concentrarse en los sonidos que hacía el reloj cada vez que la aguja avanzaba un segundo para conciliar el sueño. Cuando no lo consiguió, procedió a colocar su almohada de forma que le tapase ambas orejas, pero segundos después suspiró de frustración cuando tampoco funcionó.
Su mirada cayó sobre su móvil, que se encontraba en la mesita de noche. Elena estiró su brazo izquierdo y agarró el aparato. Con su dedo índice, presionó el botón de encendido y sus ojos se cerraron inmediatamente cuando el brillo de la pantalla los cegó momentáneamente tras haber estado tantas horas a oscuras, y maldiciendo bajó el brillo. Se centró entonces en los dígitos en el centro de la pantalla que marcaban las 2:45 de la mañana. En menos de cuatro horas su alarma para ir a trabajar sonaría y Elena aún no había dormido ni un minuto, y todo por el bar que había justo debajo de su apartamento. A pesar de ser domingo, un grupo de gente aún se encontraba ahí y gritaban tan alto que era imposible dormir.
Elena esperó unos minutos, pero cuando empezó a sonar música a gran volumen, volvió a agarrar su teléfono y marcó el número de la policía local de su pueblo. Sonó por unos segundos hasta que alguien respondió desde la otra línea. Tras explicar cuál era su problema, le respondieron que un coche de policía iría en breve. Alrededor de quince minutos después, la música y los gritos cesaron, y fueron reemplazados por voces masculinas.
Elena enseguida supo que se trataba de la policía. Una sonrisa de alivio apareció en sus labios cuando tras escuchar el coche de policía marcharse solo había silencio y ella podía finalmente dormir con tranquilidad.
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HALLOWEEN
Esperanza Lara Herrera (3º F de ESO)

Hoy, 31 de octubre es Halloween. Cuando era pequeño, lo celebraba yendo a pedir chuches, echo de menos aquella ilusión de cuando te metían una piruleta o una barrita de chocolate en la calabaza que habías preparado horas antes, esa calabaza que habías hecho con tus padres, con todo tu cariño. Este día me llenaba de ilusión; de curiosidad. Ahora, todo es diferente.
         Ahora, el día 31 de octubre es un bonito recuerdo. Actualmente, ese día lo paso con alcohol y tabaco. Lo paso amargado, recordando a mis padres, ya muertos; lo paso dándome cuenta de lo difícil que es la vida y lo fácil que era antes.
         En este instante, estoy tirado en el sofá de mi casa con una botella de vodka y una cajetilla de tabaco Camel.
         Recuerdo lo inocente que era; lo feliz que era hasta aquel accidente de coche, aquel 31 de octubre, en el que perdí a lo más bonito de mi vida: a las personas que le daban sentido a mi vida.
         Me pregunté qué sentido tenía, ¿qué sentido? Seguiría siendo la misma mierda al levantarme la mañana siguiente. Estaba harto de vivir. Solo quería estar con ellos.
         Me levanté, fui a por un cuchillo a la cocina y terminé con mi vida. ¡Booooh!
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LA NOCHE DE HALLOWEEN
Adrián González Álvarez (3º F de ESO)

Era 30 de octubre, Mario y sus amigos estaban planeando lo que hacer la noche de Halloween. Tras un tiempo de conversación, Mario comentó a sus amigos que conocía un antiguo parque de atracciones abandonado el cual se situaba a pocos kilómetros del pueblo. Casi nadie conocía su ubicación porque estaba muy escondido en el bosque y la vegetación que rodeaba el parque había crecido mucho.
         Sus amigos optaron por ir allí, ya que les parecía interesante y divertido.
       Al día siguiente, 31 de octubre (el día de Halloween) se aproximaba la tarde y los niños cogieron sus pequeñas mochilas con sus pertenencias y empezaron a caminar siguiendo a Mario, que era el que sabía el camino.
         Tras un poco más de una hora caminando llegaron a una de las dos entradas al parque de atracciones. Estaba todo repleto de vegetación y las atracciones estaban oxidadas y en muy mal estado, se notaba mucho que llevaba bastantes años abandonado.
         Pasada una hora en la que estuvieron dando vueltas por el recinto, viendo todo lo que había, empezó a anochecer y el parque empezaba a dar bastante miedo.
         De repente, llegaron a una gran casa en muy mal estado en cuya puerta ponía: “Pasaje del terror”, en aquel momento ellos estaban cagados de miedo, pero Mario, que quería aventura, los convenció para entrar.
         Cuando entraron estaba todo muy oscuro; solo había un poco de luz la cual entraba por las ventanas rotas que había en el pasaje del terror. Estaba todo lleno de decoración de Halloween.
         Después de estar unos minutos dando una vuelta e investigando por el pasaje empezaron a oír extraños ruidos y comenzaron a tener mucho más miedo del que ya tenían. Ellos solo querían salir de allí y volver a casa.
         Llevaban un buen rato buscando la salida y no la encontraban. Estaban totalmente perdidos y no sabían salir. Vieron la esquena de los grandes pero estrechos pasillos de la casa y, de repente, al final del pasillo, había un hombre con un cuchillo en la mano. Los chicos dieron la vuelta y empezaron a correr. Se escuchaban estruendosos gritos. Parecía que el pasaje estaba embrujado. El hombre del cuchillo los perseguía y uno se cayó quedándose en el suelo; los amigos lo ayudaron y siguieron corriendo hasta llegar a un pasillo sin salida. Estaban atrapados…
Continuará…
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Un amigo muy curioso
Bruno Romero Alvendín (3º F de ESO)

Hoy he quedado con una persona a la que no veía desde Secundaria. Se llama Rogelio.
         Rogelio es un tipo muy curioso; recuerdo que a clase siempre venía con un aspecto muy aseado, un traje de pana y unos zapatos de los que solo se usaban en los colegios pijos, que digo, pijísimos, de la ciudad.
         Recuero también que siempre se sentaba al fondo de la clase, solo. Todos mis compañeros dejaban como mínimo tres mesas vacías antes de sentarse con él. Yo, que me quería sentar con mis amigos, hacía lo mismo.
         Un día probé a acercarme a él para, así, entender la razón de por qué mis amigos se alejaban tanto de un chico que parecía tan pulcro como él.
         Al instante lo entendí: desprendía un olor nauseabundo, un olor que solo había olido en los libros de Geronimo Stilton; un olor que solo se olía en las cuevas de los dragones; un olor que si lo hueles durante demasiado tiempo, te desmayas.
         Subí el cuello de mi camiseta hasta la nariz y me acerqué a él.
         Cuando estaba a una distancia razonable como para hablar, la distancia justa, no más de lo necesario, sentía todas las pituitarias de mi nariz cayendo una a una ante aquel olor.
         Sin embargo, cogí fuerzas y dije:
—Hola.
—Hola —respondió él.
         Aquella fue toda nuestra conversación aquel día.
         Al día siguiente también me acerqué a él. Poco me costó descubrir que a pesar del olor era una persona bastante maja. Cuando cogí la confianza suficiente como para preguntarle sobre el olor, me respondió con naturalidad:
—¿Qué olor?
         No me lo podía creer, ¿es que acaso él mismo no se daba cuenta del nauseabundo olor que producía?
—¿Te has duchado de cuerpo entero alguna vez? —esa fue mi siguiente pregunta.
—Yo solo me lavo los pies y una vez al mes, ¿es que acaso no es lo normal?
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El amor no entiende de olores
Alba Rueda Carro (3º F de ESO)

Rogelio era un chico bastante delgado que se lavaba solo una vez al mes, y no todo el cuerpo, sino solo los pies, en el bidé.
         Nadie sabía su costumbre, ni su novia, que pensaba que su olor era natural. Todos cuantos se cruzaran a su paso se apartaban unos quince centímetros porque era tal peste la suya que no se podía estar ni a cinco centímetros de él. Le preguntaron a su novia que cómo aguantaba tal peste; ella respondió que su olor era natural y que no podía hacer nada.
         Un día Rogelio llegó a casa de trabajar y vio que las cosas de su novia ya no estaban. No dejó nada. No respondía a llamadas, por lo que Rogelio entendió que se había acabado. Se vino abajo porque sabía que ninguna chica se fijaría en él. Salió a la calle y, como siempre, todos se apartaron quince centímetros. Todos menos una, una chica guapísima que pasó a su lado sin ningún tipo de extrañamiento; él le dijo: “Qué, ¿tú no me hueles? Ella dijo que tenía un problema nasal, así que no olía nada.
         Rogelio y la chica siguieron quedando y se enamoraron locamente, cada uno con sus costumbres.
         Ahora cuando salía y se apartaba la gente él no estaba solo.
         Pasaron los años y tuvieron dos preciosos hijos, aunque tenían la misma manía que su padre.
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ROGELIO
Noelia Moreno Moreno (3º F de ESO)

Rogelio, sí, ese soy yo; soy un señor de cincuenta años. Mi madre me enseñó de pequeño que tenía que ahorrar mucha agua porque al paso que vamos nos cargaríamos el mundo y no existiría vida ninguna. Por eso a partir de ese momento empecé a ahorrar mucha agua y algunos días no bebía nada, ya que estaba tan empeñado en lo de ahorrar agua.
         Al paso de los años, mi excesiva angustia proveniente de pensar que se podía acabar el mundo me llevó a estar hospitalizado por un problema en los riñones. Me dijeron que a lo mejor era por la falta de agua en el cuerpo, con todo lo relacionado con las células.
         Años más tarde de aquello, me seguí maltratando a mí mismo hasta que ya estaba tan acostumbrado que no podía quitarme tal manía; creo que de milagro me lavaba los pies en el bidé para que no empeorara mi problema de epidermis.
         El miércoles es mi día favorito y es también el día en el que me lavo los pies; no tengo muchos amigos debido a mi mal olor y por la casa en la que vivo.
         Estoy en una terapia para dejar esa manía. Para poder atenderme me tienen que encerrar en una habitación aislada con las paredes transparentes y la doctora en el otro lado. Así es mi vida y la gente me juzga por eso.
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AMOR MORBOSO A LAS CROQUETAS
Nacho García Parras (3º F de ESO)

Rogelio es algo especial, tiene varias costumbres bastante extrañas. Es algo especialito con esto de ducharse… solo se lava una vez al mes; solo los pies y lo hace en miércoles.
         Para nosotros, sus amigos, es bastante desagradable; no queremos que venga con nosotros de fiesta y eso. Un día vino con nosotros y cuando estaba con una chica, llegó él y con su olor hizo que ella vomitara.
         Entre nosotros un día pensamos que era buena idea trazar un plan para conseguir que se duchase bien, así que pusimos a flote nuestro plan.
         A Rogelio, aunque le repugnase mucho lo de ducharse, le gustaba mucho ir a la playa; se quedaba allí, en la arena, tirado, sin hacer nada, tomando el sol.
         Nuestro plan era cogerlo y tirarlo a la fuerza, pero una amiga nos recordó el amor morboso a las croquetas que tenía Rogelio, así que primero lo atrajimos a la orilla y seguidamente… ¡Lo tiramos al agua!
         De repente, un grito estremecedor silenció toda la playa. Rápidamente, nos acercamos a ayudar a Rogelio. El pobre ya ni se movía; estaba perdiendo pieles muertas. En aquel instante nos dimos cuenta de que… Rogelio… ¡era una mujer!
         Detrás de aquellas pieles muertas había una bella mujer.
         Cuando fuimos a dirigirle la palabra empezó a lanzar chillidos horribles mientras que se derretía y cogía la forma de una gaviota. Seguidamente, salió volando.
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Don Rogelio
Alejandra García Díaz (3º F de ESO)

Don Rogelio, el hombre que se baña una vez al mes, tenía la teoría de que si no se movía de su habitación y abría la ventana dos veces al día no se iba a ensuciar.
         Con él vivían su mujer y su hija, que no hablaban con él nada más que un día al mes, cuando don Rogelio se iba a duchar.
         Pero, ¿por qué don Rogelio solo se ducha una vez al mes? Quién sabe.
       En cualquier caso, Don Rogelio era un hombre muy curioso, se cuidaba mucho la piel, hasta tal punto, que los pies se los lavaba en el bidé con agua y jabón neutro.
         La mujer de él ya estaba cansada, así que abrió su puerta y casi vomita. Ese día todavía no había abierto la ventana y olía mucho a humanidad. La mujer hizo el intento de volver a entrar, pero no pudo, y, como a la tercera va la vencida, entró, y una vez adentro le dijo cuatro palabras: le dijo que lo hiciera por la hija y por los vecinos, que ya estaba oliendo muy mal hasta en el patio. Don Rogelio se lo pensó y decidió ducharse dos veces al mes. La mujer no lo aceptó y le dijo que si no se duchaba cinco días a la semana y empezaba a trabajar se iban a ir ella y su hija.
         Ya que don Rogelio vivía de su mujer, no tuvo otra opción que aceptar.
         Meses después, don Rogelio era un hombre feliz, con trabajo y, sobre todo, limpio.
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A continuación incluimos algunas cartas marruecas a la cadalsiana usanza, en homenaje a un ilustrado que tan vasodilatadores pareceres nos compartió por la literario-ensayística vía.

JOSÉ CADALSO

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CARTA MARRUECA 
Alba Germán González (4º F de ESO)

12 de octubre de 1789
Cuenca, España
                                                                                                  
Estimado señor Basilio:

Hace poco más de un día encontré una carta de su queridísima hija Manuela. En dicha carta manifestaba su poca libertad a la hora de elegir marido, y relataba que se siente cohibida por usted cuando tiene que tomar decisiones. Por si se lo estaba preguntando… me llamo Gazel y soy un aventurero de Marruecos recién llegado a España. Vengo dispuesto a aprender de la cultura y las gentes, y para estudiar en profundidad la historia de este bello país y sinceramente le digo que no he encontrado mejor forma que esta de empezar mi humilde aventura.
Ante tan atónita situación, me siento en la obligación de hacerle ver que sus actos han perjudicado a su hija en reiteradas ocasiones. Y debería decir que, aunque no soy padre y no pretendo serlo, hasta donde mi conocimiento es capaz de alcanzar un padre siempre busca lo mejor para sus hijos.
Sería conveniente que la escuchase y la aconsejara, pero nunca tome usted las decisiones sin el consentimiento de su hija, que a la edad de veinticuatro años ya es adulta y capaz de decidir por sí misma. La libertad es casi lo único que posee una persona hoy en día. Así que deje a su querida hija hacer uso de algo tan valioso.
No tenga miedo a que se equivoque y se vaya por el camino erróneo, cometer fallos es humano y así es como se aprende de ellos. Estoy seguro de que su hija es una buena chica y sabe cuidarse sola. Dicho esto, espero que entre en razón y vea la importancia del asunto aquí presente. Su hija le necesita.

Atentamente.
Gazel
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CARTAS MARRUECAS 
Alicia Muñoz Calvo (4º F de ESO)

Salamanca, España
4 de agosto de 1713

Estimado señor Ramón:

Me hallo aquí pensando en la carta tan conmovedora y a la vez tan triste que su querida hija Manuela me ha hecho llegar. En ella Manuela explicaba sus excesivas experiencias como esposa de señores mucho más entrados en edad que ella y con los que no mantenía ningún tipo de relación sentimental o amorosa.
La forma en la que su hija expresaba tales pensamientos sobre sus seis esposos ha hecho que mi máquina pensadora se ponga en marcha y las conclusiones que he sacado no sean nada agradables, sobre todo para la joven Manuela. Su hija ha estado complaciendo sus deseos durante estos seis fallidos compromisos. Don Ramón, no pretendo faltarle al respeto y si lo hago, le pido disculpas de antemano. Pero su hija ha estado siendo infeliz y creo que ya es hora de que ella misma escoja un marido con el que contraer matrimonio y del que enamorarse.
Usted tiene que comprender que Manuela es una chica joven y guapa y necesita un marido con tanta jovialidad como ella misma. Ya que yo les deseo lo mejor a usted y a su hija, le recomiendo que esta vez sea ella quien encuentre el amor por sí sola. Y de este modo no pasará de ser esclava de su padre para ser esclava de su marido, sino que pasará a ser alguien amado por una persona que sí le convenga.
Don Ramón, espero que entre en razón con mis sabias palabras y también espero conocerle pronto.

Atentamente,
Gazel
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“CARTAS MARRUECAS”
María López Landa (4º F de ESO)

14 de octubre de 1733
Villanueva del Pardillo, Madrid, España

Buen día o buenas noches —según el momento en que usted lea esta carta—, don Miguel:

Antes de leer esta carta que le mando, me gustaría que supiese quién es su remitente: mi nombre es Gazel. Le escribo desde mi humilde morada en la cual he recibido una carta un tanto… llamativa: su hija Manuela me escribió hace escasos días, tratando un tema que bastante tiene que ver con usted. No quisiera entrometerme en sus asuntos personales ni mucho menos invadir su privacidad, pero el tema a tratar me parece lo bastante alarmante como para redactar esta carta que ahora mismo tiene entre sus manos.
Por lo que tengo entendido y por lo que su hija me dio a entender, usted la ha casado un total de seis veces con hombres los cuales usted cree que pueden hacerle bien a su hija. Como podrá comprender, no puedo creerme que todas aquellas bodas hayan sido por libre elección de Manuela. ¿Intereses económicos y/o sociales? Eso me es más creíble. No se lo echo en cara, ¡faltaría más! Pero a mi parecer, debería dejar a su hija elegir a quién ella de verdad ame; no se olvide de que también es persona, igual que usted.
En cuanto a los beneficios sociales y económicos, deje de preocuparse por tales detalles. La felicidad y, sobretodo, la libertad antepuestas a los intereses materiales o sociales generan, aparte de infelicidad y sensación de enjaulamiento, odio y rabia de su hija hacia su persona. Su hija vive enamorada (o se muere de amor, no lo tengo muy claro todavía) de un muchacho de su misma edad que tiene empleo ¿Acaso ha vivido usted en escasez alguna larga temporada? Creo que la respuesta se responde sola. La experiencia hizo al sabio, y ella tiene la suficiente madurez para sobrevivir en caso de posibles malos tiempos. Déjela que ponga en práctica su libertad de decisión después de verse viuda y haber sido amada seis veces ficticiamente. Déjela experimentar el calor del amor verdadero y la intensidad con la que uno puede llegar a amar. Deje la puertecilla de la jaula abierta para que pueda empezar a volar.
Espero haberme pronunciado con delicadeza en estos asuntos tan íntimos.

Cordiales saludos,
Gazel.
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Cartas Marruecas
Carlota Mulet Bouza (4º F de ESO)

Oleiros, Galicia, España
20 de noviembre de 1775
Estimado Don Juan:

Soy Gazel, amigo de su hija Margarita. En primer lugar, me gustaría pedirle disculpas por entrometerme en asuntos ajenos, pero francamente me veía obligado. Ayer recibí una carta de su hija narrándome su triste vida sentimental, su dura experiencia de haberse casado con seis maridos, a los que no conocía, ni les tenía aprecio, ni los quería.
Su hija nunca le ha contado que fuera feliz en sus matrimonios sino todo lo contrario, ella se sentía atrapada por unas cadenas de las que nunca se podía deshacer, era infeliz y el único bien que le aportaban sus esposos era el beneficio económico. Pero el amor es mucho más que el dinero, porque como bien decía Mahatma Gandhi: “Donde hay amor hay vida”. Todo el mundo debemos tener la oportunidad de vivir nuestra vida, y por ello debemos tener la ocasión de amar y ser amado por otra persona, y no es usted quién para quitarle dicho derecho a Margarita, por eso le ruego que la escuche.
         Su obediente hija jamás ha opuesto resistencia a casarse con alguien que no ama temiendo su reprimenda, pero por dentro rechazaba rotundamente la idea de casarse son un hombre al que no quería de verdad. Por eso, debo hacerle saber que su hija Margarita se debe casar por amor y no porque usted la obligue. ¿No le gustaría ver a su hija rodeada de la gente que quiere? No sé si a usted le concertaron algún matrimonio con alguna mujer, pero créame que para usted no sería agradable que le casaran con una muchacha que además doblara su edad.
En su país casan a las mujeres jóvenes con hombres adultos porque piensan que se harán cargo de las responsabilidades que conlleva un matrimonio, los hijos, la economía de la pareja… En cambio, desde mi punto de vista, hay que dejarles libertad para que se casen con quien quieran y aprendan poco a poco a llevar estas tareas, es decir, hay que darles autonomía. 
Por otro lado, en mi país miles y miles de niñas inocentes son casadas con hombres que no les corresponden. Estas niñas son privadas de derechos como la libertad de movimiento, hablar con otros hombres e incluso el hombre le puede imponer castigos como el maltrato físico a la mujer. Estas costumbres llevan a las mujeres a estar en un matrimonio que no han elegido y donde se las trata de manera inferior, lo que atenta contra su dignidad. Por ello no puede consentir que le ocurran estas injusticias a su hija Margarita de ninguna manera.
Disculpe mi atrevimiento, pero si de verdad quiere a su hija debería tener en cuenta todo esto, recapacitar y luego hablar con ella sobre este tema si no quiere perder a su hija por completo. Las mujeres no son como pájaros y ninguna red las puede atrapar; son seres humanos libres con un espíritu independiente.

 Un saludo cordial.
Gazel
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