IES SAPERE AUDE


jueves, 23 de enero de 2020

DELICIOSOS BATIBURRILLOS CREATIVO-LITERARIOS


DELICIOSOS BATIBURRILLOS CREATIVO-LITERARIOS
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BUCOLISMO RENACENTISTA CONTEMPORANEIZADO
Es lo que tiene leer las Églogas de Garcilaso, que la peña se flipa y le da por lanzarse a componer neo-églogas remozando actualizadoramente el género.
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ROSOLINDO EL CABALLO
DIEGO CARVAJAL HERRERO (3º F DE ESO)

Como cada mañana, Jenifer se despierta para pasear a sus ovejas por el bello monte de Navacerrada cubierto de un intenso manto blanco que rodeaba las montañas de alrededor, pero hoy no era un día como los demás; Jenifer veía a lo lejos una gran familia de caballos acercándose a ella. Uno de los caballos se acercó más a ella que los demás; Jenifer, sorprendida, le dio una manzana; el caballo la cogió y se fue corriendo. A la mañana siguiente, Jenifer seguía su rutina como todas las mañanas. En el pico de la montaña seguía el ansioso caballo esperando la manzana. Jenifer se sorprendió de ver cómo el joven caballo se acordó de ella y le dio otra manzana.

Durante dos semanas el caballo la visitaría todos los días, sin importarle el frío. Jenifer habló con su familia y lo acogieron en su casa. El caballo, de nombre Rosolindo, estaba muy contento, pero se dio cuenta de que no volvería a ver a su familia. Jenifer notaba a Rosolindo más triste de lo normal. No sabía lo que le pasaba. Llamó al veterinario y el joven caballo estaba bien. La madre de Jenifer habló con ella y le dijo que se había percatado de lo que le pasaba.

Jenifer tuvo que tomar una decisión muy difícil: volver a dejar en libertad al caballo. Y así fue como una mañana Jenifer soltó a Rosolindo en las montañas y, de repente, el animal comenzó a dar saltos de felicidad. Por detrás apareció su familia y Rosolindo estaba más feliz que nunca. Jenifer no dejó de llevarle todas las mañanas su manzana.
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BRUNO Y LA OVEJA DE HOJAS
DANIEL PASCUAL PAMO (3º F DE ESO)

Bruno era un chico de catorce años que vivía en el campo, a las afueras de la ciudad. Un día, por el camino hacia su instituto, se encontró a una oveja un tanto especial: en vez de tener lana, tenía hojas. A Bruno le encantó aquella oveja con hojas. Se la quería llevar, pero, claro, iba de camino al instituto y en el instituto no le iban a dejar meter una oveja; entonces se le ocurrió volver al mismo lugar después del instituto.

Eran las 14’30 horas de la tarde; Bruno ya había salido del instituto y se acordó de ir al lugar. Cuando llegó la oveja no estaba. Bruno se llenó de una profunda tristeza que lo acompañó durante su vuelta a casa. Cuando llegó, su padre le contó una noticia que le habría de encantar: y es que a aquella oveja de hojas la había rescatado su padre, con lo que Bruno pasó de estar triste a llenarse de alegría. Pasó muy felices años junto a la oveja de hojas.
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EN LA BONITA TIERRA ASTURIANA…
ADRIÁN GONZÁLEZ ÁLVAREZ (3º F DE ESO)

En la bonita tierra asturiana el sol empezaba a esconderse entre las grandes montañas verdes y comenzaba a caer el relente.

Dos pastores, Marín y Paco, andaban por la misma zona volviendo a sus hogares con las ovejas, cuando de repente al llegar Paco a la cima de una pequeña colina con las ovejas, vio como otro rebaño de bellas ovejas, igual que la pastora que las llevaba, se acercaban hacia él.

Cuando vio la belleza de aquella pastorcilla al cruzarse con ella, no pudo evitar dirigírsele, y, tras estar las ovejas de los dos rebaños juntas correteando por el “prau”, los dos pastores estuvieron conociéndose y viendo el atardecer.

Finalmente, los dos se enamoraron y todas las tardes sacaban juntos a sus rebaños disfrutando del bello paisaje con el que contaban en aquel entorno.
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LA ÉGLOGA ACTUAL
LUCAS RAVA DONADI (3º F DE ESO)

Érase una vez unos pastores de Andalucía. Ellos tenían una cosecha exitosa, pero nadie los quería porque eran unos egocéntricos. No compartían nada y se creían los mejores. Todo su pueblo era pobre. Vivían en casas pequeñas, sucias y mugrientas, pero ellos tenían una casa enorme: limpia y colorida. Ellos siempre decían que nunca tendrían una cosecha mala, pero lo peor estaba por suceder. El karma les llegó y sus cosechas fueron arrasadas por los conejos, ratas y ratones; en dos días no quedó nada. El pueblo demostró su gran corazón y les ayudó a pesar de su egocentrismo y arrogancia. Exterminaron a las ratas y ratones, y a los conejos los soltaron en un coto de caza; después ayudaron a los pastores a cuidar las ovejas mientras que los demás plantaban.

Después de varios meses todo floreció y los pastores compartieron la ganancia entre todo el pueblo y pasó aquel a ser uno de los pueblos más ricos de Andalucía.
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CLARA Y LA OSCURIDAD
IGNACIO GARCÍA PARRAS (3º F DE ESO)

Clara era una chica humilde, introvertida y muy buena persona. Había un chico en el instituto que le gustaba mucho; este, en los malos momentos, la apoyaba y en los buenos se reía con ella. Su cercanía llegaba a ser casi morbosa. Se querían como el sol a la luna.

Pasaban los días y terminaron los estudios juntos. Estaban por casarse. Tenían trabajos muy bien remunerados y una vida plena.

Un día, Clara esperaba preocupada, ya que su marido no llegaba a casa. Preocupada, se sentó en el sofá y puso la televisión.

En las noticias vio cómo su marido fue pillado con una de las actrices más valoradas del mundo del cine: Alexandra Dadario. Seguidamente, Clara fue al sitio donde conoció a su marido y se suicidó.

Mientras, este chico vivía una vida llena de felicidad y riqueza.
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LIAM Y EL ENTORNO CAMPESTRE
ASTRID CARBAJAL LEÓN (3º F DE ESO)

Un chico llamado Liam se sentía muy solo, ya que vivía en el campo. Siempre pensaba que sus días eran miserables, y que nunca tendría compañía de otros niños. Pero un día, conoció a una chica que, al igual que él, se sentía sola, aunque ella tenía amigas. Un día, en clase de Historia, Liam se acercó a la chica y le preguntó su nombre; esta le dijo que se llamaba Janne. Pasado el tiempo, se fueron haciendo más amigos y su mutua cercanía les sentaba bien a ambos.

Un día se mudó a la ciudad. Ya no aguantaba más estar cuidando de las ovejas de su padre.

Liam y Janne pasaban todo el tiempo juntos, eran inseparables y nada podía negar eso. Un día, Janne le confesó a Liam que ella también había vivido en el campo, pero que sus padres se habían mudado a la ciudad porque no querían trabajar más como pastores. Lo bueno fue que Liam no se tomó mal aquello. Ellos siempre decían que la vida en la ciudad es mejor que la vida de pastores en el campo. Pero un día, durante una excursión, se volvieron a encontrar con el que había sido antaño su humilde hogar. A sus mentes solo vinieron recuerdos tristes de aquella vida. Tal vez ellos no querían aquella vida, pero en el fondo añoraban estar en aquel lugar tan agradable.
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ADRIÁN EL VAQUERO
BRUNO ROMERO ALVENDÍN (3º F DE ESO)

Adrián era un chico de campo, un pastor joven al que la vida le iba muy bien. Vivía en los lindos prados de Asturias. Todas las mañanas se levantaba, tomaba su leche de vaca recién salida de la ubre y se iba tan tranquilo a pasear por el campo.

Un día, pensando en sus cosas, al realizar su paseo, se extendió más de lo normal y llegó a una granja cercana. Ansioso se acercó a la valla de aquella bella granja y, al instante, quedó encandilado por la joven muchacha que recogía frutos en el huerto. Su nombre era Claudia. El corazón de Adrián no paraba de latir. Se había enamorado; nunca había estado tan seguro de ello, hasta el punto que saltó la valla, se acercó a ella, se arrodilló y le pidió matrimonio.
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AURORA
GABRIELA DOMÍNGUEZ DE MIGUEL (3º F DE ESO)

En un campo muy verde con muchos árboles y animales se encontraba un pastor muy joven y atractivo, con sus melenas rubias al descubierto. Él, todas las mañanas, iba a cuidar a su ganado; se acompañaba de su bastón y se pasaba horas y horas apoyado en él. Tenía doce ovejas exactamente y las quería como a su vida, pero había otra persona a la que quería más. Tenía un sentimiento muy fuerte hacia ella. Quería estar con ella todo el tiempo, pero el sentimiento no era correspondido y el pastor cada vez se sentía más solo y triste. Ella se llamaba Aurora; era muy bella e inocente. Le gustaba mucho pasear cerca de la casita del pastor y, a veces, se cruzaban las miradas de ambos. El pastor intentaba hablar con ella y conocerla, pero ella lo evitaba todo el rato. El pastor notaba que Aurora ocultaba algo. Un día temprano, el pastor, como de costumbre, fue a un prado a cuidar a sus doce ovejas. Él la vio sentada en una roca; fue a hablar con ella algo ruborizado. Aurora estaba llorando y él, muy preocupado, le preguntó que qué le pasaba. Ella le contó el problema que había tenido con su padre, que le había obligado a casarse con un joven apuesto de otras tierras por motivos económicos.

El pastor, muy enfadado, decidió hablar con don Francisco, padre de Aurora, aunque ella no estaba muy segura, porque él sabía ser muy estricto con todo el mundo debido a la muerte de su esposa.

El pastor llegó a su casa. Era muy grande. Con un montón de flores para decorar el jardín. Él estaba muy nervioso cuando llamó a la puerta. Al entrar le atendió una señorita que le cogió el abrigo y le preguntó que qué quería hablar con don Francisco. Él le respondió que sobre su hija Aurora. El pastor le contó todo al padre de Aurora. Don Francisco se volvió loco y empezó a gritar de una manera muy brusca y al final lo detuvieron y no volvió a ver a Aurora nunca más.
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UCRÓNICOS RELATOS
INCURSIONAMOS POR LOS EMBRIAGADORES PARAJES DE LA UCRONÍA, POR ENTRE LA QUE SE CUELAN CIERTOS PECULIARES PERSONAJES…
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DERRIBANDO EL MURO
PAULA LAMATA ECHEVARRÍA (4º E DE ESO)

Tengo las imágenes grabadas a fuego en mi cabeza. Nos remontamos a 1989, la caída del Muro de Berlín, uno de los días más emotivos para los alemanes.

Fue el día en el que Tim, un niño de 10 años, vio por primera vez en su vida a su abuela. Le habían contado millones de historias, como que fue una de las bailarinas de cabaret más famosas de toda Francia cuando era joven, y que huyó a Alemania para esconderse de todos sus admiradores franceses. Se había hartado de flores, bombones y aplausos y, ahora, prefería pasar sus tardes en el bingo, perdiendo todo el dinero que ganó de joven.

Ese día, la forma de vida de Friedrich, un joven alemán el cual empezó a creer en la nada mientras veía cómo todo el mundo se reencontraba con antiguos conocidos y a él no le quedaba eso: “nada”. Esto lo llevó a replantearse la existencia. Decidió irse a vivir a Leganés para cambiar de aires y el único oficio que realmente le entretenía era irse al mercadillo a hablar con los otros vendedores y ofrecerles a los paseantes la “nada” por 3 €, de todos los colores, para él y para ella, la “nada” con forma de tanga o faja, de todas las tallas y dibujos…

Por último, este sería el más desafortunado de todos, un hombre al cual, cuando tiraban el Muro, le cayó una enorme roca en las piernas. Lo llevé al hospital más cercano. Acabaron ampultándole las piernas y sustituyéndolas por las de un caballo, pues no tenían prótesis por aquellos años.

El muro de Berlín cambió a muchas personas, entre ellas a Carmela, que dejó las tardes en el bingo para pasarlas con su nieto; a Friedrich, que ahora es modelo de ropa interior en un puesto del mercadillo y se ha convertido en el amor platónico de todas las abuelas, y a Joan, que ahora se dedica a participar en carreras para caballos.
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UCRONÍA BELICISTA
SOFÍA BENHAMMOU CHERGUI (4º E DE ESO)

Hoy vamos a hablar de los hechos que causaron la II Guerra Mundial y cómo se fue desarrollando.

Una de las causas más importantes que provocaron su comienzo fueron las teorías de unos filósofos que vendían lencería en un mercadillo de Leganés, ya que era uno de los mercadillos más conocidos de todo el mundo, pues iba gente de prácticamente todos los países a comprar lencería allí, y las empresas más conocidas mundialmente habían perdido miles de clientes, lo que les sentó muy mal, considerándolo un motivo suficiente como para comenzar la II Guerra Mundial.

La segunda causa más importante fue por culpa de los centauros, que habían invadido muchísimos países provocando múltiples altercados, dado que eran muy salvajes y violentos y provocaron miles de violaciones, destrucciones de edificios, casas, calles, etc. y la sociedad tenía que hacer frente a tal desmán.

Y la tercera y última causa fue por una vedette extremadamente aficionada al bingo, que provocó grandes pérdidas, pues, al atracar bancos, casas… para poder permitirse jugar al bingo… tuvieron que poner fin a dichas prácticas.
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DESLAVAZADAS UCRONÍAS
ÁLEX FERNÁNDEZ PÉREZ (4º E DE ESO)

En 1492 se descubrió América; todo el mundo estaba tan emocionado e impresionado que se les había olvidado hasta su nombre, excepto a tres personas. Cuando les dieron la noticia esto fue lo que pasó: A una chica que cantó durante toda su vida hasta que se hizo mayor, acabó sus últimos días de vida jugando al bingo, gastándose todo el dinero que ganara durante su carrera como cantante. A esta mujer, cuando se lo contaron, se enfadó con el mundo y con su voz de pito, que sonaba como una rata, gritó un “Fígaro” e hizo retumbar toda la sala del bingo. La segunda persona era un filósofo que, aun siéndolo, acabó trabajando en un mercadillo… y cuando se lo dijeron respondió: “¿Allí habrá dioses para dominarme? Espero que sí, y así podré trabajar como un esclavo para ellos, pues ese siempre ha sido mi sueño. Y si no hay dioses, me mudaré para vender ropa interior, y si hay alguna mujer que quiera, le daré mi número de teléfono para que me diga su dirección”. Lo decía en un tono de tonteo, pero él jamás se liaría ni haría cosas más allá, porque al ser filósofo su cabeza se lo impedía.

Cuando Cristobal Colón volvía de América, se oían ruidos extraños en el barco, e iba desapareciendo gente poco a poco. En la parte de abajo del barco había mucha sangre, y Cristobal Colón acudió y vio a una especie de caballo, con torso y cabeza de hombre, lo pisó y se lo comió.
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CENTA-LEÓN (ESPECIAL PANES Y PANES 2020)
IKER OTIÑAR CRECENTE (2º G DE ESO)

Érase una vez un centauro que vivía en América tras la muerte de Carlomagno. Vivía en una casa hexagonal con internet; tenía un vecino, que era filósofo, el cual no creía en nada. Eran amigos. Hasta que apareció una mágica chica que era celiaca, cristiana, apostólica y románica que vivía en un edificio destinado a ser la sede central de Iberdrola.

Conoció la chica a los dos personajes: al señor centauro y al filósofo.

La chica trabajaba de panadera en una panadería subterránea y hacía pan de pan con pan. El filósofo lo compró y, según su filosofía, aquel pan con sabor a pan podía crear dependencia.

El centauro fue tras el olor del pan y probó un cachito. A partir de aquí la historia es algo triste…

La chica no tuvo otra cosa que hacer que proteger sus panes de aquel bicho hasta que el centauro se hartó y la mató. Aquella noche el centauro comió carne apostólica con patatas romanas. Por último, tras la noticia, lo desterraron a Sudáfrica por devorar a aquella joven. Y de ahí viene el nombre de “CENTA-LEÓN”.
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INSEPARABLES
ABIGAIL HEREDIA ZAMBRANA (2º A DE ESO)

Hay un centauro que está muy enfadado y no sabe qué hacer, así que se va a un bosque, pero necesita algo para no hacer daño a nadie porque cuando se enfada necesita comer algo, pero él comía carne fresca y en el bosque había una familia que estaba buscando a su perro. El centauro se lo había comido, pero quería comer más y se controlaba. Cuando estaba detrás de la madre apareció una vieja que había amanecido tomando cerveza en el bingo. Era una exvedette que iba gritando y asustó a la familia. Cuando la madre se dio la vuelta se asustó y salió corriendo. Todos salieron corriendo menos la vieja, que iba pedo. El centauro le preguntó que por qué no salía corriendo si todos lo hacían cuando lo veían. A la vieja le parecía guapo. Cuando iban de camino a la casa de la vieja, por el camino se encontraron a un filósofo nihilista que iba caminando sin ganas. Cuando vio al centauro no podía creerlo, flipó; se quitó las gafas, las limpió y se las puso, pero seguía viéndolo. No se lo podía creer. Fue a saludarlo, con lo que el centauro alucinó, porque nadie se le solía acercar, pero ellos sí… no lo entendía. El filósofo caminaba con ellos mientras que le hacía muchas preguntas. Después de mil preguntas, les tocó a la vieja y al centauro hacer preguntas. Cuando terminaron con las preguntas se hicieron amigos inseparables.
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LA EXVEDETTE Y EL CENTAURO
NORA TARANCÓN SAAVEDRA (2º G DE ESO)

Había una vez una exvedette aficionada al bingo. Aquella exvedette iba a sitios para jugar con otras personas. Ella iba a unas competiciones en las que si ganabas te daban dinero, y ella ganó 1000 € en una semana y después se fue con sus amigas a un paseo por la playa.

La exvedette conoció a un filósofo que vendía lencería en un mercadillo de Zarzaquemada. Ella se empezó a comprar lencería… ya no le quedaban 1000 €, le quedaban 900 y se dio cuenta de que le gustaba mucho la lencería y se empezó a comprar más. Las amigas la advertían que se estaba gastando todo el dinero.

Un día volvió a comprar y vio que ya no tenía dinero y en vez de ir a su casa se fue al campo a comer un pic-nic con sus amigas. Ella llegó más pronto que las demás, y vio que había una cosa rara entre los arbustos. Se fue a ver qué había y se encontró a un centauro. Este le dijo que tenía dos deseos. Ella cambió todo por ser feliz y tener algo de dinero. Llegaron sus amigas y el centauro desapareció, y vivió feliz durante toda su vida.
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LA EMPERATRIZ BINGUERA
RUBÉN MARTÍN GONZÁLEZ (2º A DE ESO)

Érase una vez, en una era donde solo se jugaba al fútbol, que era el único deporte que había, una señora mayor a la que le gustaba mucho el bingo siempre hacía manifiesto su interés por jugar a dicho entretenimiento. Pero ni su familia ni sus amigos querían jugar con ella porque estaban jugando al fútbol. La señora estaba harta del fútbol y de jugar siempre sola al bingo, así que tuvo una idea: lo que hizo fue crear unos robots para que jugaran con ella. La señora le quería enseñar a su familia lo que había creado, pero no le hacían caso. La señora ya no podía aguantar más el fútbol, así que creó un ejército de robots para acabar con el fútbol y para conseguir que el deporte más jugado del mundo fuera el bingo. Los robots destruyeron todos los campos de fútbol para que no pudiesen jugar. La señora consiguió que todo el mundo jugase al bingo y fue la jefa de un gran imperio.
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EL MEJOR MOMENTO
ENRIQUE MARÍN (2º A DE ESO)

Yo estaba un día tranquilo viendo la televisión cuando reflexioné que la tierra no puede ser plana. Dejé de lado todo y me fui al bingo y me encontré a una abuela que era tan adicta al bingo que tenía los ojos rojos. Se tiraba el día allí. Decidí irme a mi casa y me dormí. A la mañana siguiente seguí reflexionando y decidí coger un barco e irme un poco bastante tiempo a navegar. Cuando pasaron unos días encontré tierra y fui a investigar; al cabo de cierto tiempo me encontré un a un minotauro que me dijo: “Bienvenido a América”, y desapareció. Volví a mi país y les comenté mi teoría; ellos no me creían, así que fueron a verlo con sus propios ojos y me quedé yo solo en mi país. En ese momento sí que estuve muy relajado. Ese fue el mejor momento de mi vida: sin nadie que molestase.
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MARILYN
JIMENA FUENTES MORERIA (2º G DE ESO)

El cinco de agosto de 1962, una estrella murió. Ella era Marilyn Monroe. Todo el mundo pensaba que fue un infarto, sobredosis o que la habían envenenado. La gente comenzó a hacer teorías sobre lo que le podía haber pasado y si en realidad estaba muerta. Realmente, nadie lo sabía, pues murió en una habitación en la cual no había más gente. A veces me preguntaba que por qué su muerte fue tan extraña, a lo mejor quería dejar la fama y fingió su muerte… eso está muy visto, pero puede pasar. Quizás después de su supuesta muerte se convirtió en una exvedette aficionada al bingo, a lo mejor se mudó a España a vivir una vida tranquila, puede que fuese mujer de un filósofo que vendía lencería en un mercadillo bajo un nombre falso como María, Carmen, Lola o Paula y con segundos apellidos para no dar a conocer el Monroe. Cuando yo era pequeña, mi hermano siempre me decía que se había convertido en un mágico animal mitológico como un centauro. Este tipo de muertes en gente joven y famosa da mucho de qué hablar, sobre todo el de esta famosa y tan conocida estrella. Yo creo que sí murió, pero aquí hay división de opiniones.
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GUERRAS, CENTAUROS Y PARTIDAS DE BINGO
MARTA GUTIÉRREZ MARTÍN (2º G DE ESO)

Se avecinaba un hecho histórico, la II Guerra Mundial, se supone que España no iba a participar por culpa de la guerra civil, pero era mentira. España tenía a un gran grupo de filósofos filosofando y llamaron a los científicos más grandes de España. Todos juntos lograron crear un centauro. Ya, puede que suene un poco loco, pero es cierto, un centauro de patas a cabeza. Gracias a él, que intervino en la Guerra, acabó la contienda. Pero solo obedecía a una persona: al filósofo que diseñó todo. Después de todo esto, el filósofo no quería saber nada de crear más cosas, y él era el único que sabía cómo, así que se fue con su centauro a vender tranquilamente lencería en un mercadillo. Allí conoció a su amor de la vida: una vedette aficionada al bingo. Formaron una familia y el centauro era como su hijo. Un día Agatta (la del bingo) ganó una partida, bueno… LA PARTIDA. Una partida que se celebra una vez cada veinte años y ganas un billón de €. Y así fue como una familia normal se hizo millonaria.
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COLÓN Y EL PANORAMA ECUESTRE
NAIARA BAREA CASTILLO (2º G DE ESO)

Después de que Colón descubriera América y llegara a España, algunas cosas habían cambiado: su madre, que antes era una bailarina profesional, cuando Colón volvió se había vuelto una adicta al bingo; luego estaban todos los campos llenos de centauros, a Colón le contaron que un científico que estaba medio loco quiso hacer un experimento con un caballo y convirtió a todos los caballos en centauros.

Y luego todos llevaban la misma lencería, era de un filósofo que en su mercadillo la vendía.

A Colón le sorprendió mucho todo aquello, pero no le pareció mal.

Un día los centauros empezaron a comportarse de forma rara: se estaban volviendo más salvajes. Raptaron al filósofo y a la madre de Colón (bailarina y adicta al bingo). Colón se dio cuenta y, junto al científico loco, hicieron una cura para que los centauros volvieran a ser caballos.

Les costó bastante encontrar a los centauros, pero los hallaron en una cueva. Les dieron la poción y volvieron a ser caballos.-
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Se acerca el Día de la Paz y nuestros alumnos de 4º se ponen en la piel de un inmigrante.
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INMIGRACIÓN
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ALICE BELLEROSE
CARLOTA MULET BOUZA (4º F DE ESO)

12 de diciembre 1987
La tarde se presentaba como cualquier otra gélida tarde en la céntrica ciudad de Francia. Mario y yo, dos chicuelos solo con una maleta y llenos de ilusiones, emprendimos un viaje desde la tierra que nos ha visto crecer hacia la bella Madrid. Cogimos el tren en la estación de París, con hora de llegada de las 17:57, el momento que decidió nuestros destinos sin realmente ser conscientes. En realidad, como no éramos tan afortunados como para pagarnos un costoso billete de tren tuvimos que despistar a los guardas y colarnos en el vagón de los equipajes. Aquí emprendimos rumbo a nuestro destino.

A partir de esto recuerdo esta noche como la más mágica y la más dura a la vez que había vivido hasta el momento. Durante toda la noche Mario y yo estuvimos tumbados en el vagón con la compuerta que abrimos para poder contemplar la luna llena que había ese doce de diciembre. Yo contaba las estrellas y a su mismo tiempo, Mario contaba mis lunares como si de estrellas se tratasen, con la misma estupefacción con la que miraba mis lunares yo miraba a sus ojos que se desviaban hacia los míos para comerme con la mirada. Pasamos toda la noche abrazados, esos brazos en los que me sentía tan refugiada ante el peligro que nos acechaba. De pronto, como si un par de minutos hubieran transcurrido se escuchó el sonido del tren que estaba al llegar, pero podría haber permanecido allí una vida entera a su lado, en aquel preciso momento. Con el repetido sonido del vapor del tren volví a la realidad, que no era más que otra que entrábamos como inmigrantes sin documentación y cometiendo acciones al margen de la ley en un país nuevo, España. Mario y yo cogimos nuestra única maleta y nos preparamos para saltar con el tren en marcha, pero iba tan veloz que mi valentía no llegaba hasta esos extremos, conque decidimos bajar cuando estuviera parado. Ahora sí, preparados para bajar, salimos del vagón de equipajes y empezamos a andar como si fuéramos pasajeros. Cuando llegamos al final de la vía no tuvimos tanta suerte, unos policías comenzaron a perseguirnos. Por suerte, había otro vagón en marcha. Le dije a Mario: ¡Salta y sube dentro del vagón! Yo iba a hacer lo mismo justo después de él, pero me tropecé y la maleta se cayó. Tenía que recuperarla de cualquier manera porque era lo único que teníamos, iba nuestra vida entera dentro. Por un lado, estaba Mario gritándome que lo conseguiría y por otro, los guardas se me abalanzaron encima antes de llegar al tren para acabar con todos nuestros sueños, ya era demasiado tarde. Ahí fue cuando vi mi vida pasar por un instante, y recuerdo como si fuera ayer los ojos llorosos y las últimas palabras de Mario: Te quiero y siempre lo haré, recuérdalo, nos volveremos a ver. Miré una última vez sus ojos color café antes de darme un duro golpe con la realidad.

Esta noche que empezaba como cualquier otra me quitó lo único que quería, dejándome un vacío en el pecho que nadie lo pudo reemplazar, porque yo sabía que él era el amor de mi vida. ¡Quién nos iba a decir que aquella maleta iba a separar el camino de nuestras vidas!
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LA INMIGRANTE
PABLO RIAZA GUTIÉRREZ (4ºF DE ESO)

Ahí va, la inmigrante intentando pasar la frontera. Subida en una patera con aproximadamente treinta persona en ella. Ha tenido que dejar a sus amigos y familiares para buscar un futuro, no lleva maleta ni equipaje, y no porque no pueda traerla sino porque no lo tiene, no tiene cosas de valor, tan sólo tiene experiencias y recuerdos que la han llevado a donde está ahora.

El viaje se hace largo y difícil, en cualquier momento se podrían hundir y quedar varados en mitad del Mediterráneo sin oportunidad de sobrevivir, pero aun así hay esperanza, sus compañeros cantan y bailan, para matar el tiempo y no quedar sumido en pensamientos oscuros y trágicos, todo esto sin olvidar su terrible pasado.

¿Cómo será España? Se pregunta nuestra protagonista. Ella se lo imagina como el paraíso, con gente alegre, árboles llenos de frutos de colores llamativos, edificios altos y voluminosos y todas las cosas que te podrías imaginar de una utopía. Cuando llegue se va a encontrar con un lugar menos increíble del que se imagina, pero, igualmente le gustará, ya que de donde viene podría considerarse como el mismísimo infierno. Todo esto contando con que lleguen. El mar está muy alborotado, hoy no era el mejor día para intentar salir de su país, pero cada día allí podría ser el último. Una persona mayor casi se cae por la borda, y una vez te caes ya es imposible volver a subir y menos con esa edad. Una ola tras otra les sacude, cada vez son más grandes, están al borde de la vida y la muerte. Hasta que una más grande de lo normal golpea su embarcación con una fuerza descomunal, la vuelca y todas las personas que estaban dentro caen al mar, casi nadie sabe nadar y los pocos que saben intentan llegar a tierra desesperadamente sin poder ayudar a los demás. Nuestra compañera de viajes no sabe y mientras se adentra en el abismo de las profundidades del mar piensa en cómo sería el país al que intenta llegar, piensa en todo lo que ha dejado atrás por una oportunidad casi nula. Ha dejado atrás a su familia, amigos, su vida y todo esto, ¿para qué?
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INMIGRACIÓN
ALEJANDRA CRUZ CLEMENTE (4º F DE ESO)

Creía estar lista, digo creía, porque realmente sabía que no lo estaba, aún no estaba lista para dejar a mi familia atrás. Pero ahí me encontraba, haciendo mi vieja maleta, la cual, aún estando vacía, se sentía realmente pesada; supongo que por el doloroso peso de los recuerdos. Hace tan solo unos días vi a mi madre morir ante mis ojos, me rogaba con lágrimas en los ojos que la dejara marchar. Ella tan solo quería ayudarme, ayudarme a escapar de ese infierno, pero ahora ella ya no está y yo necesitaba salir de allí. Iba de la mano de mi hermano mayor, esa cálida y grande mano que me reconfortaba en los malos ratos. Cuando llegamos a la frontera de Corea, él me agarró más fuerte en señal de que todo iría bien. Por momentos pensé que sería fácil cruzar la frontera, pero ¡qué inocente fui!. Nada iba a ser fácil. Me di cuenta cuando noté la mano de mi hermano desprenderse de la mía y con su voz rota de dolor me dijo que corriera. En ese momento una bala impactó contra su espalda, y así hice, corrí cuanto pude hasta que mis pulmones me obligaron a parar. Me encontraba en medio de la nada, frente a una pequeña carretera, desde la cual haciendo autostop conseguí llegar a la ciudad de Pekín. Una vez allí, me aseguraría de que esas dos muertes no fueran en vano. Mamá, hermano, lo conseguí: soy libre.
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INMIGRACIÓN
CLAUDIA PÉREZ PÉREZ (4º F DE ESO)

-Amina, ha llegado la hora, debo despedirme de ti durante un tiempo.
-Mamá, por favor, ven conmigo. ¿Qué va a ser de mí sin ti?
-Hija, sé que estás asustada, pero es por tu seguridad, te prometo que pronto me reuniré contigo.

Momentos después, Amina se encontraba en una patera rumbo a España, con tan solo catorce años y las manos vacías. Solo llevaba consigo una bolsa de tela que albergaba una foto de su familia y un cuaderno con un lápiz, que usaba para dibujar y así escapar de la pesadilla en la que había vivido los últimos meses. Llevaba dos días de travesía, cuando una intimidante tormenta amenazaba con hundir la patera en la que viajaba. Todos los refugiados tenían el pánico reflejado en sus ojos, todos sospechaban que nunca conseguirían llegar a tierra. Antes de que se dieran cuenta la tormenta cesó, pero se llevó consigo las vidas de una mujer y un niño que cayeron al agua. Cuando llevaban casi una semana en mar abierto, los pasajeros avistaron algo que les pareció el paraíso. Por fín, habían llegado a España.

Amina abrió los ojos llenos de lágrimas. Hacía ya veinte años de lo que fue el peor momento de su vida. Lo recordaba todo como si hubiese sido ayer. Pero miró a su alrededor y se dio cuenta de lo afortunada que era. Estaba trabajando en una de las mejores editoriales de Madrid como ilustradora de libros. Con mucho trabajo y esfuerzo se construyó una carrera y un futuro, y consiguió todo aquello que nadie creyó que conseguiría.
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LA MALETA DEL INMIGRANTE
EL HOUSSAIN EL HABBOUTI BOUZOBAA (4º A DE ESO)

Te preguntarás: ¿de qué maleta habló? Y sí, no es una maleta cualquiera, es de las maletas más pesadas y costosas que hay.

Hablo de la maleta del inmigrante, la maleta que ha ido arrastrando durante todo el camino, la maleta con la que abandonó su tierra para llegar a otro país. Te preguntarás:¿qué contiene esta maleta para ser tan pesada? Pero antes déjame decirte que esta maleta no se pesa por kilogramos, ni por su tamaño, esta maleta se pesa por los recuerdos, la conciencia, el sacrificio, la dificultad, la tristeza y la tragedia personal de quien la lleva, de quien la llevó consigo a pesar de lo arriesgado que fuera el camino. Y sí, no es una maleta como las demás...Esta es…LA MALETA DEL INMIGRANTE
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SOY INMIGRANTE
SALAHEDDIN BOUTAOUZA EL OUAZIZI (4º A DE ESO)

Dembélé es un inmigrante que nació en Senegal y actualmente está viviendo en Francia. Tuvo que dejar su país e irse a otro para buscarse la vida, viajó desde Senegal a Mauritania y de allí atravesó el desierto de Marruecos hasta llegar a Tánger. Pero todo este camino no se lo hizo ni en coche ni en moto, había tramos que se los hizo andando y otros enganchándose a la parte trasera de los autobuses. Entonces llegó a Tánger, no tenía nada más que una mochila con unos pantalones, unas zapatillas y una sudadera. Allí en el puerto buscó la manera de esconderse en un camión para llegar hasta Algeciras. Encontró un camión de mercancía, lo abrió y se escondió allí. Cuando llegaron a Algeciras abrió la puerta del camión y lo primero que hizo fue besar el suelo y dar las gracias a Dios. Empezó a buscarse la vida trabajando de limpiaplatos en un bar de la zona y se hizo unos cuantos amigos que le ayudaron a hablar y escribir español. El viaje había merecido la pena.
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CARLOS FELIPE
FRANCISCO JAVIER MENÉNDEZ DE CASTILLA (4º A DE ESO)

Hola, soy Carlos Felipe y vivo en Venezuela, pero la situación económica actual y el presidente nos está matando de hambre, así que he decidido huir. Últimamente he visto pasar autobuses clandestinos que llevan a la gente a Brasil. Iba a hacer la maleta, pero recordé que apenas tenía ropa ya que la vendí para pagar la comida y los altos impuestos. Así que solo cogí dos mandarinas y un saquito de té. He contactado con un amigo, hemos quedado a las doce para coger el autobús que pasa a las doce y cuarto. Solo espero que los militares no le maten al salir de su casa. Son las doce, a lo lejos veo a mi amigo. Cogemos el bus y nos empiezan a explicar que cuando lleguemos, una asociación nos acogerá y tratará de encontrarnos hogar y trabajo. Tal fue mi ilusión que se me pasó el hambre y les di mis mandarinas a un crío que le lloraba a su madre porque tenía hambre y a la madre, la bolsa de té. Ahora llevo una mochila vacía. He dejado mi pasado atrás, y voy a comenzar una nueva vida.
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INMIGRACIÓN
LEYRE ELVIRA FRANCO (4º A DE ESO)

Sí, yo abandoné mi casa, yo dejé todo para venir aquí, dejé a mis amigos, mis padres y hasta mis hijos y mi marido. Dejé todo, cogí mi maleta o, mejor dicho, un par de pantalones rotos y una camiseta para cambiarme. Me armé de valor y me vine a España a conseguir algo de dinero y un techo bajo el que vivir. Después de unos duros meses regresé a mi país, a mi casa y conseguí traerme a mi familia a España. No fue fácil, ya que en muchos sitios nos miraban mal por el simple hecho de ser inmigrantes. Y yo me pregunto: ¿qué tiene de malo querer sacar adelante a mi a familia? Sinceramente no lo entiendo ni lo entenderé nunca. Después de algunas humillaciones, logré encontrar un puesto de trabajo y un jefe que me ayudó enormemente. Gracias a ese trabajo, mis hijos hoy van a la universidad y yo pude jubilarme gracias al enorme esfuerzo físico y moral de tantos años.
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INMIGRACIÓN
LEYRE ELVIRA FRANCO (4º A DE ESO)

He abandonado mi país, la ciudad donde me crié. Allí dejé a mi hermano, a los pocos amigos con los que todavía podía tener contacto. He tenido que dejar atrás el sentimiento de posesión de un hogar, unas costumbres y unos recuerdos. Ahora empiezo un nuevo camino hacia Europa, no sé ni siquiera a qué país voy; lo único que sé es que vaya donde vaya estaré de prestado, iré a robarles el trabajo, si es que se puede llamar trabajo a trabajar de sol a sol, explotada, sin contrato y por cuatrocientos euros. Me mirarán como si fueran superiores, como si me estuvieran haciendo un favor. No vengo porque quiero aunque este ya sería motivo suficiente. Vengo porque mi país está en ruinas, mi familia es pobre y mi libertad, mínima. Vengo porque mi país me ha echado. No me están haciendo un favor por abrirme las fronteras de su país, son esas mismas fronteras las que han provocado la guerra.
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NUEVOS RETABLOS REALISTAS Y NATURALISTAS COMPUESTOS CON HÁBILES PINCELADAS QUE MUESTRAN ALGUNAS VIVENCIAS

TREMENDISTAS DE PERSONAJES DE LOS BAJOS FONDOS

MEZCLADOS CON ALGÚN RASGO POSMODERNO DEL DIRTY REALISM (II)
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EL JARDINERO
ILSIS SENEYDA BORGE PAUTH (4º B DE ESO)

En una noche de verano, Pablo se fue de vacaciones a San Juan con su novia María. Pablo, el jardinero de la urbanización Santa Cruz, había estado ahorrado un dinero durante tres largos años con la ilusión de poder hacer feliz a su novia. Nunca había destacado como estudiante, pero había conseguido un trabajo estable aunque no bien remunerado. Conocía a María desde la primaria y quería aprovechar la ocasión para pedirle matrimonio. El día que llegaron a la playa, Pablo pidió a María que se pusiera guapa, ya que tenía una sorpresa para ella.

María había sido la chica más guapa de todo el instituto y nunca le faltaron pretendientes. Conocía a Pablo desde hacía algunos años ya. La extraña invitación de Pablo le tenía intrigada.

El día que llegaron pensaron ir a la discoteca a pasar una noche divertida. En un momento determinado, María dijo a Pablo que tenía que ir al baño, del cual nunca volvió. Cuando Pablo fue a buscarla, encontró una nota escrita en el espejo del baño que decía: Pensé que te quería, pero he encontrado a mi marido en la discoteca y la chispa del amor ha prendido entre nosotros. Pablo pensó: «¡Qué mal parida!».

Cuando Pablo salía de la discoteca a las 3:00 de la mañana, se le enfrentaron dos drogadictos y, apuntándole con un puñal, le quitaron el dinero y robaron sus zapatos. Pablo se sentó y, sollozando, dijo: «Ya me llevó, puta», y empezó a llorar tristemente pensando: «Si hubiese obedecido a mis padres, quizás hoy no fuera un jardinero, un desdichado en el amor, un desgraciado y un borracho. Por no haberme esforzado, hoy me toca vivir en la sociedad que he ganado».
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TRABAJO NOCTURNO
KARIMA KARTOUCH EL GUEDDARY (4º B DE ESO)

Me ajusté la bufanda alrededor del cuello y miré la hora:

«Joder, otra vez las 23:30», pensé.

Tuve que cerrar la tienda, así que salí muy tarde, y entre que cogía el metro y luego el bus, no llegué a mi barrio hasta muy tarde. Las calles estaban vacías, al día siguiente sería martes, de modo que la gente estaba en casa, probablemente en la cama, y además hacía un frío que pelaba.

A quince minutos de mi casa, empecé a escuchar pasos detrás de mí, cada vez más cerca.

Caminé más rápido, pero, antes de poder hacer algo, una mano me agarró por el brazo y me dio la vuelta. Frente a mí, había un chaval que no parecía tener más de dieciséis años.

Dame todo lo que tengas. —dijo él.
¿Qué? —pregunté en shock.
¡Dame todo lo que tengas, joder! —repitió más alto.

Su cuerpo era delgaducho y era más bajito que yo, además no parecía tener armas.

¿Pero qué dices, niñato? Anda, vete a casa, que mañana tienes clase.

Mi respuesta debió de molestarlo porque me empujó y volvió a gritar:

¡Cierra la puta boca y dame lo que tengas!

Ante eso, empecé a correr como nunca. No me sorprendió que él también se pusiera a correr detrás de mí, pero lo que sí me sorprendió fue el agudo dolor que sentí en el costado que me hizo caer al suelo. Grité varias veces cuando el dolor se repetía cada vez más intenso. Llevé mi mano al lugar en el que me dolía y sentí una navaja clavada. Cuando miré mis dedos había sangre en ellos.

¡Pero qué coño has hecho, pirado! —grité al chico que me miraba como si no pudiera creer lo que acababa de hacer.
Joder, joder, joder… ¡Todo esto es tu culpa! —dijo nerviosamente antes de mirarme a los ojos.

En un segundo, su cara se oscureció.

Te dije que me dieses el puto bolso —dijo antes de arrancarme la navaja del cuerpo y el bolso del hombro. Después salió pitando dejándome tirada en el suelo.
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SOBRE LA SILLA DE RUEDAS
ZHENYA CORONA NESTER (4º B DE ESO)

María, aquí está su nuevo alumno —dijo el director abriendo la puerta del aula.

No pudo ser mayor el asombro de la joven profesora. El niño, de apenas trece años de edad y llamado Marco, se encontraba sentado en una silla de ruedas, la cabeza apoyada sobre el gran y aparentemente cómodo respaldo, como si el cuello fuera tan débil que no pudiera ni erguirla sobre los hombros; mirada perdida y boca abierta, de la que escapaba la espesa saliva; las piernas eran muy delgadas y estaban colocadas en un ángulo algo extraño. Con los brazos, también atrofiados, hacía movimientos imprecisos y, de vez en cuando, se mordía el dorso de la mano, que lo tenía deformado y saturado de cicatrices y callos de tanto repetir esta acción.

Dispuesta a replicar, se giró en busca del director, pero antes de que pudiera darse cuenta, este ya se había ido, dejando al niño y a la profesora a solas.

«No puede ser», pensó ella con una ira insostenible. «¿De verdad he estado estudiando solo para cuidar a un vegetal?».

Resignada, suspiró profundamente. En respuesta a esto, Marco, con mucha rabia, comenzó a balancearse enérgicamente en su silla, hasta que la oscilación de esta fue tal que le hizo caer de espaldas al suelo. María, nerviosa, se apresuró a socorrerle y a intentar levantar la pesada silla con Marco amarrado a ella.

Inesperadamente, Marco, con un brusco movimiento de brazo, agarró con fuerza el pelo de María, y tiró de él para intentar acercarla. Ella se resistió, conteniendo las lágrimas de impotencia. Tras un largo forcejeo, María decidió rendirse y quedarse quieta. El niño, sin soltarla, y como le permitió su casi inexistente movilidad, se inclinó hacia ella y, para la sorpresa de María, le abrazó.
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NUEVO EN EL BARRIO
LUCÍA DA GRACA FORTES (4º B DE ESO)

Había un barrio en Madrid en el que habitaban personas de baja clase social: drogadictos, alcohólicos, personas enfermas mentales que no querían buscar ayuda... La policía, en varias ocasiones, cuando acudían a resolver algún problema, pensaban que ese lugar y las personas que habitaban ahí no cambiarían nunca. Un día, se mudó a ese barrio un hombre con problemas psicológicos. Tenía bipolaridad, esquizofrenia y problemas con la impulsividad. Cuando llegó ahí, intentó hacer amigos y conocer a gente nueva, pero nadie le aceptó. Una tarde, fue a la plaza del pueblo con un megáfono y comenzó a hablar sobre los problemas mentales y la importancia de estos. La gente, al principio, no le hizo caso, pero poco a poco las personas se iban deteniendo para escucharle. El hombre contaba que él, como otros tantos, sufría problemas psicológicos, pero se medicaba e iba a las revisiones, y gracias a ello su vida había mejorado mucho en varios aspectos y él se sentía en paz consigo mismo. El hombre, contando esto, lo que quería conseguir era tratar de hacer ver a la gente que las cosas, si uno quiere, se pueden cambiar. Las personas se empezaron a sentir esperanzadas, pero no estaban del todo por la labor. Es por esto, que aquel hombre estuvo durante un año entero dando estas charlas en la plaza. Al final, la mayoría de personas se motivaron y decidieron cambiar y buscar ayuda. Lamentablemente, otras personas pensaron que eran solo habladurías y no se interesaron ni intentaron cambiar y se quedaron viviendo en la miseria y la monotonía toda la vida.
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UNA NOCHE INESPERADA
SARAY ENCIZO FIGUEROA (4º B DE ESO)

Era un sábado por la tarde cuando mi pareja y yo decidimos ir al centro de Madrid. Muchas veces el centro se nos hace demasiado habitual o «básico», y decidimos pasear por algunos barrios… Es increíble el tipo de gente con la que te puedes llegar a cruzar. Por lógica sabíamos que no sería como el centro, pero somos tan tercos que si se nos mete una idea o plan en la cabeza es imposible que al acabar el día no lo hayamos cumplido.

Se nos hizo de noche y decidimos volver a casa, pero antes tenía que coger el Nestea de todos los días para hidratarme, de modo que, sin pensarlo mucho, entramos en un bazar de alimentación, nos acercamos al frigorífico y, en cuanto agarré mi refresco, una bulla me asustó. Miré a mi novio, después no sabía dónde meterme…

Dos hombres entraron en el local. Estaban ebrios, y la alteración física y mental pudo con ellos y con mis nervios, porque entraron a voces, como locos. Realmente no sabía ni intuía qué querían, pero lo que sí sabía era que tenía mucho miedo, tanto que las manos me temblaban… Cogieron dos botellas de cerveza, las rompieron contra el mostrador pidiendo dinero. La mujer que parecía ser la dueña del local estaba a cuadros, gritando palabras en su idioma. Estaba siendo todo surrealista. Los hombres, despreocupados por su situación física y mental, robaron todo el dinero que pudieron y muchas botellas de alcohol. En cuanto perdimos a esos hombres de vista, preguntamos a la mujer si se encontraba bien. Fue poco agradable por su parte, por lo tanto, dejamos la lata de Nestea, y salimos de ese barrio lo antes posible. Fue algo muy extraño y poco esperado.
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BUSCANDO TIEMPOS MEJORES
JOSE DIEZ JIMENEZ (4º B DE ESO)

Todavía no había agotado el cartón de vino peleón que se había tragado casi de golpe, cuando el Jenaro ya hacía esfuerzos para abrir una botella que le había traído el Rata, tras agenciársela por la patilla, en un supermercado.

¡Coño, Jenaro, si todavía te quedan dos dedos ahí!dijo el Rata, separándole la botella.

Este era un delincuente de poca monta, un ratero superviviente, de ahí su apodo.

¡Joder, Rata! ¡Trae pa´cá!

¡Ni de coña! Aunque estemos tirados en la puta calle, tenemos que hacer las cosas por su orden, cuando seamos señoritos.

El Rata no sabía que el Jenaro ya lo había sido. Había acabado en la calle tras la desesperación y el desequilibrio que le había producido darse al alcohol después perder las elecciones su partido.

Nunca habría podido imaginar el Rata que aquel tipo andrajoso y borracho, su colega, poco tiempo atrás presumía de poder y vestía trajes caros.

Estamos en la mierda, pero con la cabeza alta.

Y es que el Rata no había conocido tiempos mejores.
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EL PSICÓLOGO
DAVID JIMÉNEZ FERNÁNDEZ (4º D DE ESO)

Ahí me encontraba yo, en un sofá rojo, desgastado y largo, con varias manchas de distintos colores oscuros y tamaños. Por la forma que tenían cada una de las manchas probablemente fueran de algún líquido. Sentado en un sillón azul mucho más cuidado, pero igualmente desgastado, se encontraba un hombre serio con aspecto de vagabundo, barba no muy larga y descuidada, gafas de sol negras, rayadas y con un cristal roto por una esquina que dejaba atisbar el color de sus ojos, o al menos un reflejo de ellos. Eran marrones, de tonalidad muy oscura, tenía pelo largo y rizado con mechas blancas y grises, pero en general de color castaño, estaba muy despeinado y se le podía ver la caspa desde donde estaba yo. Parecía haber dormido poco o haberse metido algo raro, tenía los ojos rojos a medio cerrar y legañas muy marcadas. Sin embargo, el traje que llevaba puesto delataba o su profesionalidad o su dinero, tal vez ambas cosas. Llevaba una camisa completamente blanca en la que se podían notar todavía los dobleces y un pantalón negro de pana de buena calidad. Me costaba creer que él era el psicólogo que me habían designado. Nos quedamos en silencio un buen rato, tiempo que aproveché para inspeccionar meticulosamente la habitación preparada para «mis necesidades». El desorden era notorio, había muchos libros y ninguno precisamente en la enorme estantería de madera verde que se encontraba a la izquierda de la puerta, pues estaban apilados por todas partes, varios delante de nosotros haciendo las veces de mesita y otra pila al lado del sillón del psicólogo, donde posaba una taza de café manchando la portada del libro que se encontraba más arriba. Acompañando a los libros había papeles de periódico y formularios, estos tirados sin ningún cuidado sobre la moqueta morada. Las paredes tomaban un color distinto según su posición. A la derecha, granate opaco; a la izquierda amarillo chillón; delante, naranja fuerte; y detrás, azul claro. Entre medias de las dos últimas mencionadas y detrás del psicólogo se encontraba un escritorio en perfecto estado de caoba con acabados magníficos, digno de un rey. En la pared amarilla sonaba un reloj de cuco que, en vez de sonar cada hora, sonaba cada minuto. Esto solo conseguía ponerme más nervioso de lo que ya estaba, y eso era difícil.

Ese fue el momento en que me levanté, despacio y con constante contacto visual con el psicólogo, me limpié suavemente el polvo de mi traje, respiré hondo, largo y tendido, agarré al psicólogo por el cuello y lo elevé un poco, él sonrió maliciosamente, apreté más y saqué de mi bolsillo una pequeña navaja suiza.

Sé por qué estaba allí. Sé que eso jodió mucho más las cosas de como estaban, y él quería eso, era solo una excusa para encerrarme. Juro que no estoy loco, tan solo odio el desorden y la suciedad. Recuerdo que me pidió tranquilamente, pero con incitación, tomar un sorbo al café. Quería morir. Me da igual si era porque odiaba su vida o por encerrarme. Era lo que quería hacer. Hice lo que mejor sé hacer, lo único que sé hacer, lo único que me han enseñado a hacer.
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UN EXTRAÑO EN LA NOCHE
LOLA PONS VICENTE (4º B DE ESO)

Era una noche de verano a las cinco y media de la mañana, y volvía a casa con unas amigas, cantando y bailando por el camino sin absolutamente nadie en la calle. A la vuelta de aquella fiesta, por el camino nos encontramos a un chaval de unos diecisiete años tirado en el suelo, medio dormido y delirando. Él no tenía mala pinta, es decir, iba bien vestido, con unas buenas zapatillas, el pelo bastante bien cuidado... vamos, que no parecía venir de una baja extracción social. Entonces nosotras decidimos ayudarle, ya que no parecía peligroso. Al tocarle el brazo para despertarle, el chaval empezó a gritar muy fuerte y soltar palabrotas.

¡Dejadme en paz, coño!

Nosotras nos asustamos y preferimos seguir nuestro camino. Al dejarle un poco atrás, una de nosotras se giró y vio que nos estaba siguiendo. Nosotras nos asustamos y empezamos a andar mucho más rápido. Cuando el chaval se dio cuenta, nos empezó a chillar.

¡Eh! ¡Eh! ¡Qué solo quiero ayuda! ¡Por favor!

Nosotras nos paramos para ver qué le ocurría. Cuando se acercó, desprendía olor a vodka desde lejos. Al principio pensamos que era un pijo, pero en cuanto nos acercamos un poco nos dimos cuenta de que no era así. Tenía los dientes amarillos y apenas tenía, la ropa era de marca, pero estaba manchada y rota, como si viniera de una pelea. Le preguntamos qué le ocurría, y al preguntarle echó a llorar. Nosotras no sabíamos qué hacer... Sin preguntarle, nos empezó a contar que él antes era de clase alta, pero, por culpa de la crisis, su familia no supo mantenerlo y le tuvieron que llevar a un orfanato. También nos contó que él lo pasó muy mal porque su vida cambió por completo. Pasó de tenerlo todo a no tener nada. Él se sentía muy triste porque no solo sus padres le habían abandonado, sino que al día siguiente sería su dieciocho cumpleaños y ya no podría quedarse en el orfanato. Debería abandonar y quedarse solo sin nada. Ese era el motivo por el que se encontraba así. Nosotras no supimos qué hacer. Entonces se nos ocurrió quedar con él al día siguiente y ayudarle a buscarse la vida.
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VAGABUNDO TRIUNFADOR
RAÚL ARQUERO BARGUREGOITIA (4º D DE ESO)

En una noche lluviosa y triste, un señor se encontraba paseando por las calles de París. Él tenía un problema que consistía en que obedecía a impulsos hereditarios, como robar carteras y objetos de valor a las personas que iban por la calle. Además, empleaba una fuerza muy agresiva si no le daban lo que quería.

Se llamaba Roberto y se encontraba en la calle, ya que no tenía un hogar donde vivir e iba vagabundeando por París.

En ese momento, mientras paseaba, intentó robar el bolso a una anciana. Ella no podía defenderse y le dijo que luchara por sus sueños y que dejase de hacer el mal. A lo que Roberto le contestó:

Es verdad. Tiene usted razón. Voy a luchar para hacer realidad mi sueño de ser arqueólogo.

A partir de ese día, Roberto se esforzó por conseguir lo que quería, y lo consiguió. Roberto está actualmente trabajando en una empresa de arqueólogos en un pueblo de Teruel.

Moraleja: Si luchas por tus sueños, puede que consigas ser feliz.
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DE HÉROES Y LADRONES
LUCÍA ALONSO ALBIACH (4º B DE ESO)

Era ya de noche. Las calles yacían vacías, sin movimiento alguno, la mayoría de la gente dormía, descansando de un duro día de trabajo, mientras que otros trabajaban con alegría y sin descanso.

Eran dos ladrones que, aprovechando que no estaban los propietarios de una vivienda, decidieron entrar y robar con varias bolsas y sin mejor arma que una pequeña navaja desgastada.

Con bastante dificultad, treparon la valla de acero que protegía aquella mansión y con muy poca delicadeza y con prisas rebuscaron entre los cajones y esquinas de los muebles, llamando mucha atención por el ruido.

¡Nos ha tocao' la lotería, Paco! —dijo uno de ellos con entusiasmo y agitando una bolsa con joyas.

Y que lo digas, hermano. ¡No va a caber todo en las bolsas que trajimos! dijo cargando con otras bolsas llenas.

El hermano estaba lleno de codicia. Se dio cuenta más tarde, pero se justificó pensando que los ricos lo eran más.

Sin darse cuenta de que cogieron más de lo que podían cargar con sus sucias manos llenas de tierra y sin tener en cuenta el tiempo que llevaban, decidieron volver a su barrio.

Pero para su mala suerte las bolsas estaban en mal estado, como sus ropas harapientas, y al poco de partir se estaban rompiendo del peso.

¡Ve más despacio, que se cae toda nuestra fortuna! —dijo señalando la bolsa donde salía un rastro de anillos y collares.
No para de caerse. Habrá que dejar esta bolsa añadió Paco, dejando en el suelo la bolsa.
La mitad de esas joyas son mías, Paco. ¡Espabila! —gritó más fuerte.
Quédatelo tú. No quiero que me descubran por tu insensatez, Además, ¡yo repartiré esto con to' el barrio para no tener hambre! En cambio, tú lo único que tenes' es codicia!
¡Como quieras! Me lo quedaré yo, pero luego no te arrastres hasta mí pidiendo limosna!

Paco se fue con su parte, ahora reducida, mientras que su hermano se quedó recogiendo lo del suelo y llevándolo en sus otras bolsas, con tan mala suerte de que se rompieron las demás también.

Llamaron tanto la atención que varias personas salieron a comprobar por qué tal griterío a esas horas de la noche, pero Paco ya se encontraba en su barrio y llamaba puerta por puerta para dar los tesoros robados de esa mansión. Mientras tanto, su hermano era detenido por robar, y le preguntaron que qué había pasado con el resto de las joyas.

Tras varias palizas, él confesó que fue Paco el que se las había llevado, y desde entonces fue buscado por los anfitriones de la mansión. La gente del barrio intentó protegerlo, pero fue en vano. Pocos días después, le descubrieron y fue perseguido, quedando acorralado en un callejón sin salida.

¿Dónde está mi dinero, pueblerino? dijo serio el anfitrión de la mansión.
Donde debe estar, con sus dueños contestó descaradamente Paco. Estaba de frente con ese señor bien vestido y con peluca, junto con otros dos hombres que dificultaban su vía de escape.
¿Insinúas que mi dinero es de unos «paletos» como vosotros?
Esos «paletos» te hacen la comida que no te mereces, y encima tienen que pagarte por el simple hecho de existir. Merecen tener de vuelta su dinero respondió secamente Paco.

Tras esas palabras, el señor se enfadó y empezó a pegar a Paco sin que él pudiera defenderse, ya que otros dos hombres le ayudaban a pegarle. Rato después, el señor se fue satisfecho, y Paco cayó al suelo lleno de heridas, casi sin poder respirar.

Más tarde, un niño pequeño pasó por ahí, le vio y avisó a su padre para que le ayudara.
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EL HOMBRE DE TRAJE LLOROSO
PAULA APARICIO (4º B DE ESO)

Esta es la historia de un hombre llamado Miguel, que vivía, junto a su mujer y su hija, en un barrio pobre de Madrid. Se alojaban en un aparta-hotel, en el que llevaban meses sin pagar el alquiler.

Miguel trabajaba como reponedor en un supermercado, donde no cobraba más de mil euros al mes. Su mujer, Laura, trabajaba cuidando a niños por poco más de diez euros la hora.

Un día, mientras Miguel paseaba con su hija Clara, se encontró en el suelo lo que parecía ser un billete. Emocionado, lo cogió para ver bien lo que era, y mayor fue su sorpresa al ver que era un décimo de la lotería de Navidad.

El día del sorteo de Navidad, Miguel y su familia fueron a verlo al bar del barrio. De pronto, Clara pegó un gritito. Miguel asustado, le dijo:

¿Qué pasa hija?

La niña, sin decir nada, se levantó y señaló el número premiado que acababan de anunciar. Entonces, Miguel y Laura lo entendieron todo, y sin decir un palabra, salieron sigilosamente del bar, para ir a la administración de lotería a cobrar el premio de veinte millones de euros que acababan de ganar.

Dos años después

Yo estaba esperando al metro con una amiga, en Moncloa, cuando vi a un señor que lloraba mientras hablaba por teléfono. Estaba sentado con un maletín al lado que llevaba grabadas las iniciales M.S. A pesar del traje caro que vestía, tenía un aspecto bastante agotado, de no haber dormido bien. No parecía enfadado, sino más bien triste.

Mi amiga y yo habíamos pasado el día paseando por Madrid y estábamos bastante cansadas. Había una avería en el metro y avisaron de que tardaría bastante en llegar. El único banco con sitio para sentarnos era el que estaba ocupado por el señor de traje lloroso, así que no nos quedaba otra que sentarnos ahí. Nada más sentarnos, el señor paró de llorar, y diez segundos después, colgó la llamada y comenzó a maldecir en voz baja.

Cuando llegó el metro, diez minutos después, el señor no se levantó del banco, como hicimos el resto de personas que esperábamos allí, sino que se quedó mirando muy concentrado a una mujer que salía del metro con su hija. La niña enseguida se dio cuenta, y gritó:

¡Miguel! ¡Papá!

El señor puso la sonrisa más forzada que he visto nunca, y se levantó para recibir a la niña que corría hacia él. Se abrazaron con fuerza durante segundo, hasta que llegó hasta ellos la mujer que acompañaba a la niña, que sin saludarlo, le entregó unos papeles y le echó una mirada de aviso. Agarró la mano de la niña y se marchó.

El señor subió en el mismo metro que nosotras y, de nuevo, se sentó al lado nuestro. No recuerdo bien cómo, pero terminó contándonos que acababa de perder una gran cantidad de dinero, además de su coche y algunas propiedades; pero también había perdido la custodia de su hija Clara, la que además sufría de una enfermedad sin cura alguna.

Lo que aprendí de esta historia es que el dinero te puede dar todo, pero también te lo puede quitar todo.
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COMPAÑERO DE INSTITUTO
ALEXIA VLAD (4º B DE ESO)

El otro día iba andando por la calle Gran Vía de Madrid, cuando de repente alguien me tocó la espalda. Al girarme, vi a un chico en malas condiciones, olía mal y la ropa que llevaba estaba destrozada. Él me empezó a llamar por mi nombre y yo estaba sorprendida, ya que yo no reconocía quién era. Después de unos segundos, me di cuenta al fin de quién era. Se llamaba Pablo, un antiguo compañero del instituto. Empecé a hablar con él y a preguntarle qué tal le iba, y me contó que se había vuelto adicto a la cocaína. Al escuchar eso, sentí una tristeza en mi interior enorme y quise ayudarle, así que nos fuimos a un parque a hablar.

Pablo me contó lo siguiente:

Mira, hermana, cuando la cabrona de mi madre me pilló por primera vez con droga, me dejó de dar dinero, y ahí es cuando empecé a no ir al asqueroso instituto y a hacer dinero por mi propia cuenta de malas maneras. Lo que me llevó a probar drogas duras y ahora a estar enganchado a la cocaína.

Cuando escuché la manera que hablaba, me sorprendí, ya que utilizaba un lenguaje muy vulgar. Le di consejos y le dije que, para cualquier cosa, me llamara, que yo siempre iba a estar dispuesta a ayudarle.
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MI VIDA EN DOS MINUTOS
ALEXA NICOLLE AGUIRRE (4º B DE ESO)

Me llamo Andrés y estoy metido en las drogas. Me tomó tiempo aceptarlo, pero aquí estoy, con ganas de contar la miserable vida que llevé, aunque antes de mi contaré algo sobre mis padres.

Mis padres se conocieron a los dieciséis años, crecieron en un barrio llamado La Victoria. Era uno de los barrios más peligrosos del pueblo, mi madre salió embarazada a los dieciséis años y desde entonces fui el peor error para mi padre. Nací el 25 de octubre en un hospital de mala muerte en el que mi madre casi murió.

Mi padre nunca estuvo presente porque estaba tomando con amigos. Mi madre siempre fue buena conmigo. Siempre estuvo ahí cuando me enfermé, cuando fui a primer día de clases y otras cosas que viví. Mi padre era un persona irritante. Golpeaba a mi madre desde que tengo uso de razón, sin embargo nunca le importó que yo estuviera presente, e incluso aún tengo una frase de él en mi cabeza: «Así se tratan a las mujeres, a golpes».

No tuve una infancia como los demás. Vivía entre las drogas y los llantos de mi madre. Siempre me culpé por joderle la vida a mi madre. Tal vez, si yo no estuviera, ella podría mandar a la mierda al padre que tengo e irse.

Pasaban los años y todo seguía igual. Mi madre, cada vez más delgada y sin ganas de vivir. Incluso trató de matarse con pastillas, pero me di cuenta a tiempo, aun teniendo diez años. A los meses de cumplir once, mi padre nos abandonó. Descubrimos que tenía otra mujer, y mi madre, al enterarse, se derrumbó, y cayó en una depresión. En mi adolescencia me enamoré de una niña muy linda, pero tenía una adicción por las drogas. No sé qué pasa que tengo que estar rodeado por la maldita droga.

Muchas veces me preguntaron por mi padre, pero me daba mucha vergüenza decir que era un drogadicto. Siempre miento y digo que está en viajes de negocios, y es por eso que no viene mucho.

No sé qué sentir por él. Mi vida fue una completa mierda por culpa suya y es por eso que lo odio, no solo por malograr mi vida, sino la de mi madre.

Ahora tengo veintinueve años, tengo un buen trabajo, mi madre falleció a cuando tenía veinte, y llegó a mi vida una persona que alumbró mis días: mi esposa, con la que tengo cuatro hijos, a los que amo con mi vida, y seré el mejor padre para ellos.

Nunca supe de mi padre, pero lo que sé es que no me di por vencido. Saqué adelante a mi madre, y me quedo tranquilo con eso. Al fin siento que tengo paz en mi interior, y es lo único que quiero en estos momentos.
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PÁRATE A PENSAR
MARÍA ORNA ALCOBENDAS (4º B DE ESO)

Estaba sentado en un banco de la Gran Vía de Madrid. Apenas tenía dos pesetas en el bolsillo, una botella de ron añejo y un reloj de bolsillo con el que poder mirar la hora.

Hacía frío, pero el alcohol me hacía no sentirlo manteniéndome en calor. Me puse en pie, comencé a andar, todo daba vueltas, apenas podía sostenerme. Una vez andados unos doscientos metros, me paré frente al espejo de un escaparate de una tienda. Estaba sucio, mi chaqueta pesaba por toda la suciedad acumulada en ella. Me desplacé unos cinco metros, giré la cabeza y vi tres escalones con la barandilla. Sin pararme a pensar a dónde llevaban, los subí y entré en esa lujosa tienda con el espejo en el escaparate.

La gente me miraba raro, quizás por no vestir con abrigo de marca o quizás por mi largo pelo enredado. Llegué hasta el centro de la tienda, me paré justo en el medio de una suave y esponjosa alfombra verde. Abrí mi botella de ron y comencé a beber, acto seguido los guardias de seguridad decidieron echarme.

Se hacía tarde, y como todos los días llegaba la hora de buscar lugar donde refugiarme.

Apenas quedaba ya alcohol, tenía la necesidad de otra botella.

Así que tendría que robarla, ya que era necesario para que mi cuerpo pudiese sobrevivir a esa noche tan heladora. Otro día más acudí a la delincuencia. No sabía cómo salir de aquel bucle.

Encontré un lugar en las afueras de Madrid. No sabía cómo pero había llegado hasta ahí.

Me tumbé para pensar: otra botella de ron más, otra noche durmiendo entre cartones más y, cómo no, otro año solo más.

Cerré los ojos, unas luces naranjas y un ruido muy fuerte me despertaron. Me llevaron en ambulancia hasta un hospital en el que la puerta ponía: Hospital Puerta de Hierro.

Me encontraron sucio, desnutrido y durmiendo entre cartones.

Fueron varias semanas, quizás tres en las que no me paré a pensar lo mismo de siempre. El dónde dormir, qué tipo de alcohol robar y, lo más importante, no me sentía solo. Con el paso del tiempo, una sonrisa empezó aparecer en mi cara. Los huesos estaban cubiertos de algo de carne y la compañía de las enfermeras me tenía contento.

Me dieron el alta, salí a la calle y ahí es cuando las preguntas volvieron aparecer: qué voy a hacer, dónde voy a dormir, qué tipo de alcohol voy a robar hoy. Ahí es donde me di cuenta de verdad la mierda de vida que tenía: que solo era un borracho sin saber a dónde ir.
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